Aunque la idea extendida es que el año tiene siempre 365 días, en realidad dura algo más; exactamente 5 horas, 48 minutos y 45,25 segundos más. Por tanto, ese ajuste se realiza para evitar que las fechas astronómicas y cronológicas dejen de coincidir.
EL AÑO BISIESTO SE CREÓ ANTE LAS DIFICULTADES PARA SINCRONIZAR LOS CALENDARIOS CIVILES, RELIGIOSOS Y AGRÍCOLAS CON EL AÑO SOLAR
Para explicar esta medida debemos echar la vista atrás más de dos milenios, cuando se descubrió que el calendario no estaba del todo alineado con el año solar.
El emperador Julio César decretó un «año de confusión» de 445 días (el 46 a.C.) para corregir de un plumazo la desviación que se había producido durante años. A continuación, estableció un año de 365,25 días que añadía un día bisiesto cada cuatro años.
Esto hacía que el año natural fuera unos 11 minutos más corto que su homólogo solar, así que ambos divergían un día entero cada 128 años. Con el tiempo, esas discrepancias provocaron cambios en fechas tan importantes como las festividades cristianas.
Al papa Gregorio XIII le pareció que se trataba de una situación insostenible, y presentó su calendario en 1582. Tras eliminar diez días de un año para acabar con el desajuste, estableció que no serán años bisiestos los que sean múltipos de 100, excepto si también lo son de 400.
Por esta razón no fueron bisiestos el año 1800 ni 1900, pero sí que lo fue el año 2000. Y por este mismo motivo ni el año 2100 ni el 2200 serán bisiestos.
Este nuevo calendario, llamado gregoriano, era preceptivo para los católicos pero los protestantes siguieron con el antiguo. Y los rusos tampoco lo aceptaron.
El hecho de que ese día de más se añada en febrero se debe a que el cómputo que se realiza depende del solsticio de invierno y de la distancia de la luna respecto a la Tierra. De no existir el año bisiesto, los seres humanos no podrían seguir el ciclo de la naturaleza.
LA MALA FAMA QUE PERSIGUE A LOS AÑOS BISIESTOS
El imaginario popular coincide en la mala fama de estos años. Casualidades de la vida, suelen acoger una mayor densidad de acontecimientos dramáticos. De hecho, 2020, el anterior año bisiesto, fue el de la pandemia de covid.
Esas creencias vienen de lejos y se remontan a la cultura romana preimperial, que vinculaba febrero a los muertos y al dolor y, por eso, el segundo mes del año era vivido con temor.
Pero en nuestra mano siempre está cambiar las cosas, dar la vuelta a las estadísticas y adoptar otro enfoque. Vivimos un año que pone ante nosotros un día más, un día más para disfrutar, para exprimirlo al máximo y convertir las oportunidades en realidad